Hacer crack, romper cada baldosa de la escalera hacia la
habitación,
evitar las despedidas, enjuagarse con la rubia a destiempo,
quedarte con las botas en el lodo, aterrizar en una ciénaga,
volar desde el cálculo sensato a paraísos humanizados.
Abrir la nevera, llenarla de familia, romper el espejo a
1000 kilómetros,
cerrar la puerta de un portazo, trasladarse al zaguán de
macetas,
vivir con el alma en una cama y dormir con la cabeza en una nómina,
resucitar desnudo, en un colchón completo ya de hipotecas.
Derrapar en tierra mojada, salpicar de barro vidas de nadie,
correr sin mirar atrás por la vereda de los sueños perdidos,
detener el tiempo en un instante, reparar el motor en
urgencias,
sacudir el polvo del trastero al viento, con el ceño
fruncido.
Vomitar cada verso por el retrete, tirar de la cadena sin
miedo.
Despedir el invierno con la cazadora empapada de lluvia,
caminar despacio, mirar abajo a la salida de los
aeropuertos.
Guardar en los bolsillos las llaves que cierran todas las
cerraduras.
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