Ni las
noches atrincheradas en vino,
ni las
tardes camufladas en tu cama,
ni el
acierto, el error o el desatino,
ni las
lágrimas clavadas en la almohada.
Ni los
besos, ni tú, ni los golpes bajos
ni el
rencor, la memoria y el olvido,
ni el sabor
a mermelada de ajo
de las
traiciones que depara el destino.
Hoy tengo
mezclados en el paladar,
caramelos
rellenos de alquitrán,
y en el
olfato en lugar de azucenas
un cálido
olor a estiércol y hierbabuena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario